El arroz blanco, aunque conocido desde la antigüedad, apenas se consumía por lo complicado que resultaba pulirlo a mano. A mediados del siglo XIX, los pueblos asiáticos utilizaron las pulidoras que los europeos inventaron para descascarillar el trigo, y el consumo de arroz blanco se masificó entre los habitantes de las grandes ciudades asiáticas. El resultado fue el beri-beri, cuyos síntomas eran fatiga e inapetencia, seguidos de entumecimiento muscular o dolores corporales, con dilatación de piernas en algunos casos y con encogimiento de músculos en otros, además de otros síntomas como palpitaciones cardíacas, disminución visual, respiración entrecortada, incluso puede llegar a causar la muerte. De hecho, en esta época murieron más de 500.000 personas hasta que se comprendió que al arroz blanco le faltaba algún elemento de vital importancia. Dicho elemento se conoce hoy con el nombre de vitamina B1.
En el germen del arroz se almacenan muchas vitaminas del grupo B y otros nutrientes importantes, pero una vez pulido se pierde todo el germen. La solución real al problema no es consumir arroz blanco enriquecido con vitaminas del grupo B, sino empezar ,o mejor dicho, volver a comer arroz integral. En la actualidad, los japoneses toman vitaminas del grupo B junto con el arroz blanco, a pesar de que mueren unas 20.000 personas al año a causa del beri-beri.