Ante el eterno debate si deberíamos comer carne o no, ser vegetariano o cualquiera de sus variedades, o ser un completo depredador, propongo que se haga una pequeña pero muy importante reflexión para que cada uno decida después, si quiere seguir comiendo igual, o quizás incorporar o eliminar ciertos alimentos de su alimentación .
- Primero, para empezar, podemos fijarnos en la dentadura. Un humano adulto tiene 32 piezas dentales, de las cuales únicamente 4 son para morder y desgarrar (caninos), 8 en la parte delantera para cortar y trocear (incisivos) y los restantes 20, a modo de molinillos, más aptos para aplastar y moler alimentos como por ejemplo: cereales, frutos secos, semillas y raíces.
- Podríamos decir que nuestros dientes nos dicen en que proporción debemos comer de cada alimento. El resultado sería: pequeñas cantidades de carne y grandes cantidades de productos vegetales (cereales, fruta y verdura).
- Otra característica es la longitud de nuestro sistema digestivo, que se aproxima más a la de los animales herbívoros que a la de los carnívoros. Los alimentos de orígen animal se pudren más rápidamente que los de orígen vegetal, produciéndose sustancias tóxicas a medida que van descomponiéndose. Para un herbívoro es peligroso alimentarse de carne, ya que la comida tendría que permanecer demasiado tiempo en el tubo digestivo sufriendo la inevitable putrefacción.
- La longitud de nuestro apéndice es mucho menor que la de los herbívoros, lo que quiere decir que nuestro sistema digestivo tampoco está muy preparado para comer alimentos crudos.
- Nuestra saliva es un poco alcalina y contiene amilasas, que son enzimas que ayudan a digerir los hidratos de carbono complejos. Si examinamos la saliva de los carnívoros, veremos que es ligeramente ácida y no contiene amilasas.