4 de junio de 2012

La energía vital de los alimentos




Nuestro cuerpo es un organismo vivo que se alimenta de otros seres u organismos, vegetales  y animales que en otros momentos estuvieron vivos o que todavía lo están.
Está demostrado científicamente nuestro cuerpo, tiene un campo magnético  el cual se puede ver afectado por diversos factores, como el  estrés, una enfermedad, por pensamientos, por la alimentación, etc.
Teniendo en cuenta esto y entendiendo que cualquier ser vivo está generando su propio campo magnético, es fácil entender que tanto los vegetales como los animales, cuando se usan como alimentos, siguen teniendo este tipo de energía sutil, conocido por diversas religiones y filosofías como Ki,Prana,Chi, etc., además de ser un conjunto de elementos físicos que nos nutren físicamente.
Las plantas vivas y las plantas cortadas no tienen el mismo campo energético y cuanto más tiempo  transcurre desde el momento del corte, más cambia el campo de la planta cortada, hasta que desaparece y empieza a pudrirse.
Podemos entender de esta manera que los elementos nutritivos físicos alimentan nuestro cuerpo físico, de la misma manera que la energía “sutil” de estos alimentos nutren nuestro cuerpo energético. Esto explicaría porqué los alimentos congelados o enlatados, aunque contengan casi todos los nutrientes de los alimentos frescos, no son del todo saludables ni podríamos alimentarnos únicamente de ellos sin llegar a enfermar, ya que nuestro campo energético se debilitaría.  Este tipo de alimentos no aportan esa energía sutil, ya que se ha perdido durante los procesos de elaboración.

Para generar vida, hay que comer vida.

Comer alimentos propios de cada estación y de la región nos asegura un buen equilibrio en muchos sentidos.
Los alimentos importados de países lejanos o de otros climas, tenderán a conectarnos con la energía de esos lugares, de sus ambientes de origen. Además comer fruta tropical, expansiva y refrescante en pleno invierno nos asegurará una pérdida de calor y de energía contractiva necesaria para proteger a nuestro cuerpo del frío.
Las causas más evidentes que afectan a los campos energéticos de los alimentos, y por tanto de las personas que los consumen; son:
  •      La fragmentación, o refinado
  •      La temperatura
  •      Los métodos de conservación
  •      Aditivos químicos
  •       Irradiación


Los alimentos fragmentados o refinados

En un ecosistema, los seres vivos que lo componen están destinados a subsistir consumiendo lo que les proporciona el entorno en que viven. Los seres humanos somos partes integrantes de este sistema y estamos sometidos a sus reglas:
  •         Necesitamos respirar oxigeno
  •          Necesitamos beber agua
  •          Necesitamos comer vegetales y animales

Mediante este intercambio de energía con nuestro ambiente, conservamos nuestros sistemas u organismos en un estado más o menos estable.
No es lo mismo comer alimentos en su estado natural, integrado y bien equilibrado, que comerlos por separado o fragmentados. Por lo tanto, los cereales integrales serían alimentos íntegros, sin fragmentar, más cercanos a lo natural que los cereales refinados.
Las verduras y frutas frescas, las legumbres, los frutos secos, las semillas y las algas, también están en la línea de lo NATURAL .
Los alimentos fragmentados son más conocidos como alimentos refinados. Hacen referencia como si dicho proceso de refinado fuera algo positivo para los alimentos. Entre estos alimentos podemos encontrar cualquiera que haya sido dividido a nivel celular: harina, arroz, azúcar, cereales, etc.
Ejemplo: salvado + germen de trigo + agua + pulpa = trigo grano entero

Existen alimentos “mal” conocidos como integrales (de régimen), y no son en realidad integrales (íntegros, de grano entero), se les denomina así por la publicidad que se ha hecho de ellos como si fueran una opción saludable para adelgazar o mejorar el transito intestinal.
Nuestro organismo busca siempre el equilibrio. Si nos alimentamos de alimentos parciales o fragmentados como la harina blanca, podemos  pensar que podemos compensarlos tomando otros alimentos refinados como el germen de trigo y el salvado. Sin embargo con este modo de alimentarnos solo conseguiremos que nuestro organismo esté constantemente buscando el equilibrio como un péndulo. Cuantas más sustancias tengamos que compensar, mayor será la energía que habrá que destinar a buscar este equilibrio y estaremos más descentrados como consecuencia.

La fragmentación o refinado afecta a los alimentos no sólo a nivel celular, sino también a nivel químico. Cuando se refina el trigo para obtener harina blanca, no perdemos sólo el germen y el salvado, hay otros veinte nutrientes que también se pierden o se reducen en cantidades importantes.

Enriquecer la harina añadiéndole unos cuantos de esos nutrientes después del refinado no soluciona el problema. Estos nutrientes añadidos, además están en menor cantidad que los del trigo entero original y natural, carecen de la energía que tenían cuando eran sencillamente partes de una planta viva. Un grano de cereal tiene la “increíble” capacidad de germinar, la harina no. De ahí viene la importancia de consumir granos enteros de cereal.
Debemos entender que aunque aislemos los componentes de un organismo vivo y luego los volvamos a mezclar, este acto no va a recrear algo que crea un organismo vivo y además carecen de campo energético.
Hay un estudio en ratas alimentadas a base de una dieta sintética compuesta por todos los nutrientes necesarios conocidos. Pues bien, las ratas parece ser que vivieron más o menos sanas, pero a partir de la 2ª y 3ª generación, perdieron la capacidad reproductora y com o consecuencia, la raza se extinguió.

Podemos trasladar este ejemplo al campo de la leche materna, la cual tiene un potente campo energético, comparada con la leche en polvo con nutrientes añadidos.


Efectos de la temperatura

Somos los únicos seres vivos que calentamos la comida. Podemos decir que es una costumbre humana universal.
Los alimentos que se sirven calientes, fríos, o a temperatura ambiente, todos tienen un efecto distinto en nuestro nivel de energía.
La vida necesita calor para prosperar (37ºC) que permite que todos los procesos vitales puedan desarrollarse de manera normal.
El calor produce energía, nuestro calor interior alimenta a nuestra energía. Mantenemos el calor y la energía “quemando” alimentos durante la digestión y la metabolización. Más específicamente, lo que sucede es que se van rompiendo lazos químicos entre átomos de carbono y entre los de carbono e hidrogeno, y asimilamos el calor liberado por ese proceso de ruptura.
Los alimentos calientes, nos proporcionan calor adicional, lo que favorece los procesos metabólicos, sobretodo cuando el clima es frio y queremos contrarrestar sus efectos. En un ambiente frio, la vida ralentiza su ritmo. Por ejemplo: cuando el oso polar se dispone a hibernar, cuando guardamos la comida en la nevera para que dure más, etc.
Se deduce entonces que el frio contrarresta el calor interior de nuestro organismo. Si tenemos tendencia a tomar bebidas frías o comidas frías o heladas, basándonos en la ley de los contrarios (yin-yang), debemos entender que en algún lugar debe de haber mucho calor. ¿Y de donde procede ese calor? Pues seguramente si los alimentos son el combustible que nos proporcionan calorías (calor), es probable que estemos tomando alimentos que generan un exceso de calor en nuestro organismo. Otro motivo puede ser la ingesta de alimentos de naturaleza caliente, y nuestro cuerpo nos pida cosas frías para apagar un poco ese calor interior. Estos pueden ser algunos de los motivos por los cuales mucha gente toma muchas bebidas frías a todas horas.

De nada sirve comer en invierno platos que nos generen más calor interior si luego nos pasamos todo el día con la calefacción puesta y no notamos realmente el frio. Nuestro cuerpo no necesitará realmente todo ese calor  y se verá obligado a crear reservas.
Si comemos pocas grasas y bastantes verduras, es casi seguro que las comidas frías no nos ayuden, más bien pueden crearnos efectos negativos. No es bueno entonces, tomar ni bebidas frías, ni comer alimentos recién sacados de la nevera, ya que su energía se ha reducido. Debemos calentar, atemperar o regenerar los alimentos agitándolos, removiéndolos, etc. para activar esa energía de nuevo, de otro modo esos alimentos pueden producirnos hasta somnolencia.

Efectos de la conservación de los alimentos

Casi todos los seres humanos  necesitamos acumular cierta cantidad de alimentos para las épocas de escasez.
Hoy en día no podemos decir que podamos vivir épocas de escasez, por lo menos no de la misma manera que hace 200 o 300 años o incluso más.
Vivimos en una sociedad de consumo y la manera en la que consumimos no está precisamente basada en la escasez, sino en la abundancia. Aun así, se almacenan alimentos de diversas maneras como si no estuvieran a nuestra disposición de manera natural. Lo que antes era una necesidad, ahora se ha convertido en comodidad. Consumimos alimentos que parecen estar destinados al almacenamiento (congelados, conservas, etc.), pero los consumimos casi a diario. Este hecho genera problemas de carencia en nuestro organismo en mayor o menor medida.
Hay sin embargo métodos tradicionales para conservar alimentos que sólo necesitan una “tecnología” natural y su finalidad es la de retrasar el desarrollo de bacterias deteriorantes.
Estas técnicas son:
  •     El frio
  •     La eliminación de agua
  •     Creación de ácido láctico producido por microrganismos

  
       Almacenamiento en frío

Se ha demostrado mediante análisis de laboratorio que algunos nutrientes como puede se la vitamina C, se daña y deteriora en los lugares de almacenamiento, pero en general no suele sufrir efectos adversos importantes en verduras  resistentes. No es lo mismo guardar un alimento en un lugar frio donde circula aire fresco, donde su campo energético  se verá afectado, pero no de la misma manera que si lo guardamos en una nevera en un recipiente cerrado, donde circula la corriente (eléctrica), y  su campo energético se verá más afectado. Por eso la importancia  de reactivar y re-energizar los alimentos mediante calor o movimiento.
Pozo de hielo
Secado

Seguramente sea la técnica más antigua de conservación de alimentos.
La pérdida de vitaminas hidrosolubles no son más del 10% del total, a excepción de la vitamina C que puede hacerlo hasta en un 20%.
La pérdida de agua aumenta la concentración relativa de los hidratos de carbono (las pasas son más dulces) o transforma el azúcar en almidón (maicena).
Aunque disminuyan las cantidades totales de ciertos nutrientes con el secado, la proporción general  de elementos nutritivos respecto al volumen aumenta. Este hecho explica el porqué del sabor más fuerte de los alimentos secados o deshidratados.
Debemos tener en cuenta además, que los diferentes procesos de secado, cuanto más naturales mejor. No es lo mismo secarlos de manera natural, que secarlos en túneles de aire como utilizan en la industria alimentaria para acelerar el proceso.


       Salazón

La clave de este método de conservación es que actúa inhibiendo el desarrollo de bacterias productoras de toxinas. Se suele utilizar más para la carne y el pescado que para vegetales.
El uso de la salazón está muy extendido en muchas comunidades tradicionales, sin embargo, en culturas modernas que sigan dietas más ricas y desequilibradas en el consumo de sodio, es mucho menos empleado este método de conservación.
Encurtido, adobo o fermentación

Estas técnicas son las encargadas de que podamos producir vino, pan, queso, yogurt, miso, shoyu, encurtidos, chucrut, etc.
Durante el proceso de fermentación, ya sea mediante sal o presencia de un cultivo de hongos, se desarrollan microrganismos que alteran la composición del alimento vegetal o animal, aumentando la cantidad de ácido láctico. Este proceso además, cambia el sabor y el aroma de los alimentos, generalmente se hacen más fuertes y característicos.
Puede haber pérdida de vitaminas y minerales hidrosolubles durante los procesos de encurtido y fermentación, pero la aportación de los alimentos fermentados en nuestra salud es más que favorable: son fáciles de digerir e incluso facilitan la digestión por su aporte de enzimas. Tradicionalmente en muchos países se acompaña la carne con encurtidos o chucrut.
Podemos encontrar estudios que demuestran que la fermentación aumenta los valores nutritivos de los alimentos, sobretodo en vitaminas del grupo B.
El miso y el tempeh, tienen propiedades antibacterianas, ambos son derivados de la soja. Además, tanto en el tempeh, como en el natto (otro derivado de la soja) se aprecia un aumento de la vitamina B12.
Podemos suponer que toda esta actividad microbiana de los alimentos fermentados  aumenta también su nivel de energía.

       Ahumado

Esta técnica se ha usado tradicionalmente  junto con el secado. Suele aplicarse más en la carne y el pescado.
El ahumado conserva mediante la acción de antioxidantes y bactericidas presentes en el humo de la madera. Sin embargo, también van acompañados de otras sustancias que pueden ser tóxicas o cancerígenas.


Otros métodos modernos de conservacion

Los métodos tradicionales no llevaban, en general, asociado ningún peligro, el ahumado quizás seria el más peligroso, a parte de los fermentados si no se tiene un mínimo de precauciones a la hora de su elaboración.
Está claro que los métodos modernos de conservación traen consigo muchos problemas que afectan directamente a nuestra salud:
  •       Los aditivos químicos, de los cuales muchos son cancerígenos
  •       Congelación
  •        Enlatado
  •        Irradiación


          Congelación

Cuando congelamos cualquier alimento, el agua que contiene se convierte en hielo y puede perder hasta un 20 o 25% de los elementos nutritivos de frutas y verduras. Quizás no parezca una gran pérdida, ya que nos quedará entre un 75% a un 80% de nutrientes, pero hay un aspecto más importante que el valor final de estos nutrientes. Explicado de manera sencilla y gráfica:
¿Qué le sucede a una botella de agua olvidada en el congelador? Explota.

Las células explotan al ser congeladas. Esta es la razón por la que muchas verduras tienen un aspecto feo después de haber sido congeladas y parecen haber perdido firmeza. Normalmente tanto las verduras crudas congeladas, como las preparaciones culinarias congeladas, en sus instrucciones de empleo nos recomiendan calentar directamente sin descongelar. Si lo hacemos, veríamos unos alimentos poco agradables a la vista y quizás dudaríamos si comerlos o no.
Podemos decir que las verduras congeladas han sido destruidas a nivel celular, y podemos presuponer que esto no tenga ningún efecto en nosotros, los consumidores. Pero quizás esto no sea del todo cierto.
Como ya sucedía
 Con el frio, durante la congelación se reduce la energía de los alimentos. Un vegetariano no sobrevivirá  comiendo sólo verduras congeladas.
Debemos considerar que los niños, a veces más sensibles que los adutlos, no les apetezcan comer ciertos alimentos. Quizás sea debido a que “inconscientemente” perciben que no es algo “saludable “que su organismo quiera comer.

         Enlatado

Para poder enlatar cualquier alimento, lo primero que se debe hacer es calentarlo como mínimo a 120ºC y después cerrar el envase herméticamente. Al enfriarse se forma un vacio que impide la proliferación de bacterias que puedan estropear el alimento.
Durante este proceso se pierden gran parte de los valores nutritivos.
Un zumo de naranja concentrado, congelado y envasado, tiene 4 veces menos calcio y casi 10 veces menos hierro que un zumo de naranja natural recién exprimido.
Los guisantes enlatados pierden casi el 70% de todas sus vitaminas B originales.
Este es el motivo por el cual la industria alimentaria se dedica a añadir vitaminas y minerales a todos los productos envasados. Sin embargo, la característica más importante de los alimentos en conserva es la falta de oxigeno. El oxigeno es portador de vida y sin él,  los alimentos y todo lo demás están muertos.
Los alimentos enlatados no frecen ninguna o muy poca energía vital ya que no puede circular energía por ellos. Pueden bloquearnos energéticamente y provocarnos dificultad para pensar con claridad. Teniendo en cuenta que las neuronas funcionan eléctricamente, algo nos puede hacer suponer, que los alimentos enlatados nos pueden afectar eléctricamente a nuestro sistema nervioso.
Las latas además pueden estar hechas o contener aluminio, que es un metal peligroso para nuestra salud. Hay numeroso estudios que corroboran esta afirmación.
Muchas latas además pueden estar recubiertas con bifenilos, unas sustancias con fuerte efectos estrogénicos y peligrosas para nuestra salud.

 Conservantes químicos y otros aditivos

Se han escrito y estudiado durante años los peligros y efectos secundarios de los aditivos. Son quizás las sustancias y el método de conservación más peligrosos para nuestro organismo.
William Longgood, fue uno de los primeros en hablar sobre el peligro de estos componentes en un libro, escribía:

"Prácticamente cada trocito de alimento que comemos ha sido tratado con alguna sustancia química en algún lugar del proceso. Tintes, colorantes, emulsionantes, antioxidantes, conservantes, potenciadores del sabor, suavizantes, aerosoles nocivos, acidificantes, alcalinizantes, desodorantes, humectantes, agentes secantes, gases, agentes que aumentan la anchura y el grosor, desinfectantes, defoliantes, fungicidas, neutralizadores, edulcorantes, agentes para evitar que se endurezcan o hagan espuma, acondicionantes, encurtidores, hidrolizantes, hidrogenantes, madurantes, fortalecedores, y otros muchos.
Éstos son los instrumentos del técnico en alimentación…, brujo capaz de seducir, engañar y estafar.[…] Su alquimia puede hacer parecer frescos los productos rancios, dar lugar a prácticas insalubres, enmascarar la calidad inferior, sustituir ingredientes más caros por productos químicos de valor nutritivo inferior o nulo. Casi sin excepción, estos productos químicos realizan su misión al precio de destruir valiosos minerales, vitaminas y enzimas, despojando a los productos alimenticios de sus cualidades naturales vivificantes."

El Doctor Chauncey Lake, uno de los expresidentes de la Asociación para el Progreso de la Ciencia de Estados Unidos, advertía en 1963: “El uso generalizado, y en grandes cantidades, de nuevas sustancias químicas ha creado un nuevo riesgo: el envenenamiento subclínico, tan insidioso que los médicos no logran relacionar el veneno con la dolencia. (Ruth Winter, Poisons in your food,p.3.)
La doctora Jacqueline Verret, del Departamento de Alimentos y Farmacos (FDA), que fue la primera investigadora científica que alertó a la nación americana del peligro de los ciclamatos (sacarina) y la talidomida,(1974- Jacqueline Verret y Jean Carper, Eating may be hazardous to your health,p. 19.) escribió:

“Que las cosas estén así de mal no es algo que el gobierno este dispuesto a proclamar de manera oficial. No es probable que el servicio de información al público de la FDA vaya a dar una conferencia de prensa para decir:  “ No queda nada apto para comer” o “ Toda la población está siendo envenenada lentamente. Al fin y al cabo, en la mayoría  los casos, ha sido el gobierno el que ha permitido que las cosas llegaran a un estado tan lamentable, está comprometido en el asunto y, ciertamente, tiene que proteger su imagen.”

Existen alrededor de 7000 aditivos alimentarios con diferentes usos: Mejorar el aspecto, la apariencia, el color, el aroma, el sabor, la conservación, etc.

El científico e investigador Rudolf Hauschka, del Instituto Clínico Terapéutico de Arlesheim, introdujo un concepto que nos facilita la comprensión y diferenciación fundamental entre lo natural y lo artificial, y explica por qué uno es perjudicial para la salud y la vida en general, sobretodo los productos derivados del petróleo o del carbón.
El doctor Hauschka señala que desde  que existe la humanidad, ésta ha sido sustentada por el mundo de las plantas. Las plantas nos proporcionan alimento, fibras para la ropa, aceites, sabores, colores, aromas, sustancias medicinales, combustible, cobijo, material de construcción, etc.
Actualmente con el petróleo y el carbón obtenemos las mismas cosas: combustible, materiales para la construcción, fibras para ropa (nylon, orlón, polyester,etc.), aceites, cremas minerales (vaselina), edulcorantes (sacarina), sabores, colores, aromas, perfumes artificiales, fármacos, etc.
La principal diferencia es que el carbón y el petróleo son restos de árboles  y vegetales que vivieron hace millones de años, plantas muertas enterradas, paralizadas, sin energía vital. Desde este punto,” se agarra la genialidad humana para hacer aparecer un reflejo sintético del mundo natural”, dice Hauschka.

Si comparamos estos dos dominios, el sintético y el natural, tenemos la impresión de que el de arriba es el dominio de la realidad biológica, el escenario de la incesante armonización de elementos que generan una infinita gama de metamorfosis. El mundo subterráneo de la química del alquitrán, da la impresión, metafóricamente hablando, de ser un reflejo fantasmagórico y oscuro de la creatividad dinámica del cosmos.
El mundo vegetal natural de arriba es portador de vida, en él las cosas crecen, cambian, mueren. El mundo artificial del petróleo está muerto, no suceden cambios si no es con la manipulación tecnológica del hombre. Podemos decir que bloquean el flujo armonioso de un campo energético vivo.
 Si consumimos productos alimenticios artificiales, nuestros procesos vitales acabarán sufriendo una desvitalización, desembocando en una enfermedad, un cáncer, etc.
Esto nos sirve de explicación de aquel experimento con ratas que fueron alimentadas sólo de forma sintética, ellas parecían estar bien, sin embargo las siguientes generaciones perdieron el poder de reproducción y se extinguieron.
Hace unos 2000 años se nos dijo: “Los pecados de los padres recaen sobre sus hijos hasta la tercera y cuarta generación”.
Si nuestro pecado es quebrantar las leyes de la naturaleza, es improbable que escapemos a los efectos prometidos.
  
     Irradiación
símbolo que identifica productos irradiados
Al parecer, el cesio-137, un subproducto nuclear de desecho procedente la la fabricación de bombas nucleares, puede utilizarse junto otros materiales radioactivos para irradiar alimentos y de esta manera los alimentos expuestos no madurarán, no brotarán, morirán insectos, virus y bacterias, y parece ser que los alimentos no se van a estropear tan rápidamente.
A este proceso de conservación se le conoce también bajo el nombre de “pasteurización fría”. Supone exponer alimentos a cantidades “controladas” de radiación.
Los tipos de radiación más utilizados son:
  •          Rayos gamma, cobalto 60 y el cesio 137, ambos se utilizan en radioterapia.
  •          Rayos X
  •          Electrones acelerados

Algunos estudios realizados sobre los efectos de los alimentos irradiados demuestran que los niños alimentados con trigo irradiado, les han aparecido anomalías sanguíneas llamadas “poliploides” (Gary Null, The food irradiation threat, whole life times, febrero 1996). Y en otro estudio con ratones alimentados con pollo irradiado, tuvieron hasta siete veces menos descendientes que otros ratones alimentados con pollo sin irradiar.
Actualmente la normativa no especifica que los productos irradiados deban decirlo específicamente en la etiqueta. Ni siquiera los transgénicos se etiquetan, y eso que la normativa europea obliga a hacerlo.
Hay algunos síntomas que pueden darnos pistas  si un alimento ha sido irradiado o no, pero algunos de los síntomas también podrían estar creados por aditivos químicos. La fruta suele ponerse marron y blanda, madura de forma anormal. A veces puede estreopearse con facilidad y aparecen puntos negros.
Este tipo de tratamiento está permitido por todos los organismos internacionales: FAO, OMS, etc.



Queda claro que los procesos más naturales siempre serán los más respetuosos con los alimentos y con nuestro organismo. Alimentarse bien no es una tarea difícil, tan sólo debemos elegir los productos adecuados, los que nutran de verdad, los que sean respetuosos con el medio ambiente y con nuestra salud. 
Seguimos teniendo el poder de elegir, que es el acto principal y más importante en la vida. 


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